domingo, 24 de febrero de 2008

La Magdalena penitente (Pedro de Mena,1663-1664)


La Magdalena penitente es un claro ejemplo del lenguaje realista y lleno de emoción utilizado en la escultura religiosa española.

Esta magnifíca talla responde a un encargo que Pedro de Mena para la Casa Profesa de los jesuitas e Madrid, en uno de sus viajes a esta ciudad, la terminó ya en su taller de Málaga en 1664. Se aprecia en ella Influencia Castellana y se cree que está inspirada en otra Magalena que se encontraba en Las Descalzas reales de Madrid atribuída a Gregorio Fernández y anterior a la visita de Mena a Madrid.

El tema de la Magdalena penitente se utiliza como representación del arrepentimiento de los fieles cristianos, no es muy habitual en la época, ni en la escuela andaluza, siendo nuestro escultor uno de los pocos que lo trato, por eso no existen muchas esculturas de este tipo; sólo alguna replicas parecidas datadas posteriormente en Castilla. No existe ninguna en Andalucía donde el tema no tuvo mucho eco, excepto una replica labrada por el propio Pedro de Mena en 1667. Ésta era de pequeño tamaño y ha desaparecido en la actualidad.

Detalles de la obra

Pedro de Mena nos presenta una talla realizada en madera. Mide unos 165 cm, representada de pie, lo que es habitual en el escultor andaluz. Utiliza el patetismo, apreciado claramente en esta obra. Como puede verse es una escultura llena de sencillez contrastada por la cantidad de detalles que tiene, lo que ayuda a plasmar en ella un gran realismo que no pasa inadvertido. En esta obra, se presenta a una Magdalena de figura juvenil en la que se pueden apreciar perfiles hebreos. En oposición, el hábito de la Santa es rígido y de una áspera palma que oculta sus formas femeninas.

Es su sencillez y austeridaz lo que primero llama la atención. A pesar de tratarse de una escultura en coloreada, se aprecia una policromía suave y sobria basada en ocres, marrones y rojizos. Carece de demasiados tonos oscuros, para que ese poco contraste nos permita captar mejor el dramatismo presente en la obra. Esto hace que dirijamos toda nuestra atención al foco de mayor expresividad de la figura: su rostro.

El óvalo afilado, bello y de faciones grandes deja apreciar con claridad una mirada triste de ojos enrojecidos por las lágrimas. Además, la boca entreabierta y seca completan un gesto abrumado y de claro dolor que muestra todo su arrepentimiento. Su larga cabellera humedecida enmarca el rostro y cae por todo su cuerpo ayudando a resaltar aún más la sensación de pesadumbre que trasmite la obra, ya que parecen llevar su llanto hasta el suelo.

Las manos están modeladas de manera sencilla y elegante. Sujeta con fuerza en su mano izquierda un crucifijo, que contempla con gran pena y un asombro místico. Esta mirada parece transportarla lejos de lo terrenal haciendola estar más cerca de Dios. Con la mano derecha se oprime el corazón, evitando que se desborde, lo que indica su amor y devoción por Jesucristo.

El movimiento está presente en la obra plasmado en el detalle de su pie izquierdo que parece dar un paso y avanzar. Sin embargo, contrasta con el gesto y el resto del cuerpo que indican lo contrario.

Pedro de Mena

El artista nace en Granada en 1628, es hijo del también escultor Alonso de Mena. Cuando Pedro tiene 18 años su padre fallece legándole su taller. En Granada, Alonso Cano se fija en el talento del joven escultor y le propone que colaboren juntos. Esto benefició a Mena que, impresionado por la maestría de Cano, adquirió un aprendizaje que posibilitaría su gran desarrollo artístico. Aunque Cano introdujo a su pupilo en el mundo de la gran escultura, Pero de Mena pronto se diferenciaría de su maestro debido principalmente a sus diferectes carácteres.

Mena era un hombre muy religioso y devoto que se movía en círculos amistosos con obispos y clérigos. Destaca por esculpir figuras aisladas y no pasos procesionales como era habitual en los escultores religiosos de la época. Su seriedad y orden en el trabajo se reflejan en su obra. La clave de su éxito es que, sin ser su escultura muy imaginativa, supo plasmar en ella sentimientos y emociones de manera sencilla y llena de verosimilitud. El realismo sin estridencias acentuado por el patetismo son una constante en su obra. En ella nos muestra claramente la mesura y elegancia de la escuela andaluza a la que pertenece. Usa vidrio para ojos y lágrimas y su policromia no es nunca disonante siempre ajustada dentro de una gama que refuerza la sencillez de sus esculturas.

Recibe como primer encargo el coro de la Catedral de Málaga, y a esta ciudad se traslada estableciendo allí su taller. En uno de sus viajes a la corte recibe el encargo de San Francisco para la catedral de Toledo y La Magdalena penitente, siendo éstas sus obras más importantes. También podemos citar otras obras destinadas a la función de imaginería barroca como: San Diego de Alcalá, San Antonio y el Niño, San Pedro de Alcántara u otras tantas esculturas de santos jesuítas e Imaculadas.

Fuentes:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, he estado esta mañana en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, y he visto la Magdalena de Gregorio Hernandez, que sigue allí!!!
Me ha impresionado tanto que estoy rastreando internet en busca de referencias - pero solo encuentro la de Mena!
Hago este comentario para que cambien el tiempo verbal en su texo. Donce dice "estaba" debe al menos añadirse "y aún está"
Saludos